lunes, agosto 17, 2009

UNIDAD I: Pedagogía experiencal y formación en valores (abril 2011)

Debemos preocuparnos de los enfermos;
pero con mayor razón de los sanos para que no enfermen.
Muchas veces, la atención, los beneficios se centran en los enfermos, en los violentos, en los corruptos o delincuentes, dejando a las personas sanas o de actuar correcto, prácticamente abandonadas a su suerte; ante la angustia, desesperación o impotencia que surge cuando el ser humano se siente desamparado, desprotegido en su propia casa y escuela; sin saber cómo defenderse, a quién recurrir y cómo seguir abriéndose camino de forma correcta. El buen comportamiento, la generosidad, honradez, la responsabilidad no hacen noticia...;  es más parecieran no ser reconocidos e incluso menospreciados; incluso, en ámbitos educacionales. ¿Cuántos profesores, dieron un lugar al tratamiento de los valores, de las virtudes, de la relación entre estos y el quehacer científico, técnico, económico, social, personal, familiar, pedagógico?  ¿Forma parte de alguna asignatura, como parte de la formación profesional?

Pareciera que todo se hace más difícil al hombre de bien: el matón llega tarde, pasa a llevar, empuja, todos le temen, le quita el puesto a quien lo merecía y aprovecha la comodidad sin esfuerzo de una vista desde las primeras filas… Nosotros, como educadores, lo primero que debemos hacer es reconocer el mérito, el esfuerzo, las ansias de superación, el avance, el trabajo o la actitud corregida. Reconocimiento y gratitud a quienes actúan en forma honrada, laboriosa, respetuosa, leal… pues hoy se requiere mucha valentía y convicción para actuar conforme los valores de bien y verdad. Es fácil darse cuenta que un escolar que hoy hable en forma correcta y se comporte con buenos modales, será la burla de muchos y, también sabemos, que hay gran probabilidad de que llegue a ser golpeado por lo mismo.

        Debemos hacer que el bien sea noticia, debemos procurar formas de contaminar positivamente; formar clubes de entretención real pero sana. No es necesario estar ebrios para disfrutar de una fiesta; por el contrario, el ebrio o bajo los efectos de la droga, no está conciente de la celebración; está evadiéndose…por ello, pasada la euforia vendrá la soledad y la urgencia de volver a evadirse. Para erradicar la violencia, necesitamos crear espacios y dedicar tiempo a los aún sanos para que no enfermen.

1.4 La pedagogía experiencial “se hace cargo”, “carga” y “encarga de la realidad”
Debemos conocer la realidad, para direccionar nuestra creatividad y optar por aquellas respuestas que impliquen un “cultivo de…” y no una “destrucción de…”: Si queremos educar, debemos conocer la realidad que viven nuestros educandos; cómo la experimentan, qué sentido y valor le dan en el marco y horizonte históricos de sus vidas. Ser científicos es ser investigadores, indagadores de la realidad misma: es en la realidad donde encontraremos la explicación de lo que le acontece. Esto, que pareciera obvio, a veces parece olvidarse; pues son muchos los que hacen discursos sobre cómo educar sin mirar al educando real; sin interesarse por sus anhelos y temores, sus penas, alegrías y esperanzas o desesperanzas. La hipótesis, la variable determinada, la muestra, la fórmula estadística…; eficaces en el ámbito del mundo predeterminado y lógico - matemático; dejan de lado, desde el punto de partida, lo más esencial del ser humano: su toma de conciencia, su libertad, su vocación de dignidad, su alma, su mismidad… Por ello, se acumulan estadísticas y cientos o miles de investigaciones sociológicas sobre la pobreza y el hombre sigue indigente; lo mismo acontece con la educación…y con otras áreas humanas. Tratemos, entonces, de entender los mecanismos de la violencia que en realidad no son conceptos abstractos, ni fórmulas universales; sino experiencias únicas que ocurren en la historia de vida de personas también unas e íntimas.

         Vamos a tomar una distinción que hacía Ignacio Ellacuría, respecto tres momentos éticos, para aplicarlos como principios metodológicos de lo que llamaremos “Una Pedagogía Experiencial”: 1) hacerse cargo de la realidad, 2) cargar con la realidad y 3) encargarse de la realidad.

1) «Hacerse cargo de la realidad» implica entender una situación real que tenemos ante nuestra mirada. En este caso, entender la situación de violencia ante la cual nos encontramos. Tal como dijimos, la violencia puede adquirir infinitos matices; tantos, cuantas personas y modos de ser violentos hay. Sin embargo, hay algo hay común en todos ellos que nos hace llamar al hurto, asalto, abuso o violación: “actos violentos”. ¿Qué es lo común en todas esas situaciones; qué es lo que define un acto o actitud como violentos?
        Estudiar la realidad de cara a ella, no es lo mismo que estudiarla en la abstracción de un discurso lineal. Para hacernos cargo de la realidad; de cualquier realidad; en este caso, de la realidad violenta, el cine nos entrega un aporte pedagógico incalculable; pues a través de su ficción podemos llevar, hasta la sala de clases y en un lapso de dos horas, la violencia tal cual se da en situaciones reales de vida: así, podemos presenciar la historia de una agresión física y psicológica desde sus inicios y hasta su culminación; aprehendiendo a través de ella lo que ocasiona el grito, la humillación, la tolerancia de lo intolerable y, al final, la liberación y la búsqueda de la identidad perdida. El cine, nos recrea una realidad sin desintegrarla; pues al igual que la vida real, hace uso de un lenguaje no lineal. (Más adelante retomaremos este punto). Nos permite conocer todos los factores que inciden; la historia misma de cómo se fueron dando; los personajes involucrados y sus formas de actuar e influir en ella. Una pedagogía experiencial necesita instalarnos en la realidad misma para que, por empatía, accedamos a ella experiencialmente, a través no sólo de una observación directa, sino íntimamente, esto es, la hagamos formar parte de nuestras propias experiencias de vida y la entendamos “poniéndonos en el lugar de…”, “viviendo afectiva, intelectual y moralmente lo que ha vivido NN ..” Luego, a partir de la historia fílmica –ficticia pero tal cual se da en la realidad- podremos analizarla, teniendo presente el todo y la posición o sentido de sus componentes en la misma. Tenida claridad sobre los elementos que conforman e influyen en una situación dada – en este caso, de violencia- podremos decir que estamos en condiciones de “hacernos cargo de la realidad” y luego, en el siguiente paso, “hacer los cargos que corresponda” o “cargar con la realidad”.
2) “Cargar con la realidad” implica determinar y analizar los distintos grados de responsabilidades que se articulan en una situación; distinguiendo entre causas, influencias y condiciones. La causa es la determinante. Si no tienes el don o virtud del canto, por ejemplo, jamás podrás cantar bien, aunque tengas la oportunidad de acceder a los mejores maestros de canto. Pero si cantas bien, la causa es tu don y tu esfuerzo por realizarlo; el maestro ha sido una buena y a lo mejor gran influencia o apoyo positivo, que ha facilitado la acción de la causa que es siempre íntima; pues somos libres. Ahora bien, podrás saber cantar; pero si estás afónico o estás en un recinto donde se debe guardar silencio; hay que esperar o hacer algo para que cambien las condiciones. Es claro que por muy sanos que estemos de garganta y hayamos tenido muy buena escuela, sin don y amor por el canto, no cantaremos como deberíamos hacerlo. Análogamente, una vez que tengamos claridad sobre las causas, influencias y condicionantes de las situaciones violentas, podremos “cargar” esa violencia a quien y como corresponda. Esto nos posibilitará un último paso: “encargarnos de la violencia”
3) “Encargarnos de la realidad” implica estar en condiciones de poder asumir una responsabilidad frente a quienes nos hemos comprometido. Somos educadores; algo debemos hacer frente a la violencia; no podemos asumir una actitud de irresponsabilidad o de inoperancia. Ser responsables implica responder de las consecuencias de lo que hacemos y de lo que no hacemos. Por supuesto que para ello, tal como hemos visto, es necesario hacerse cargo de la realidad, luego cargar con ella y, ahora, encargarnos (responsabilizarnos) de ella.

     Cuando damos espacio y derecho a la violencia, no sólo se impide la convivencia en paz sino también la anhelada justicia; pues se apodera de los bienes quien no merece y despoja de sus derechos a quien sí tenía méritos. Días atrás, Canal 13 informaba que tres estudiantes de enseñanza media habían abusado de una compañera delante de otros estudiantes que hicieron caso omiso de los gritos de auxilio e intentos de huida de la estudiante. Arrastrada por el suelo; fue reiteradamente abusada sobre un escritorio; en la misma sala de clases. ¿Los profesores? Pareciera que no existían. Resultado de esto y de la denuncia efectuada por la alumna y su madre, la víctima debió ser retirada del Liceo pues por razones obvias, no podía ni psicológica, ni moral o socialmente, seguir compartiendo con quienes habían abusado de ella y con quienes lo habían permitido. Sus victimarios, en cambio, siguieron en el Politécnico, como si no hubiese ocurrido nada…

     Debemos asumir nuestra responsabilidad; atrevernos a mirar, ver y tomar las riendas para guiar a quienes nos corresponda por buenos caminos y, si no existen, construirlos…buscar o crear un buen material que resista y otorgue seguridad; liderar para instar a otros a colaborar en la misma ruta, elaborar planes de acción o programas educativos y, así, formar en valores para erradicar la violencia.

Alfonso López Quintás, afirmaba en el libro que escribiera junto a Gustavo Villapalos: “La responsabilidad es siempre proporcional a la dignidad. La dignidad de quien consagra su vida a orientar a niños y jóvenes es muy alta. Se hace responsable del futuro de estas personas y, consiguientemente, de la sociedad”

1.5 Antes de hacernos cargo de la violencia, debemos hacernos cargo de nosotros.
Entender o entendernos no es fácil. Por ahora, digámoslo en forma simple: Somos lo que hemos ido haciendo de nosotros a lo largo de nuestra trayectoria de vida; en ello debemos incluir lo que podíamos o debíamos haber sido y no fuimos y lo que podríamos o deberíamos ser y aún no realizamos. Entender el actuar personal, es mucho más complejo que tener a la vista un relato de hechos o datos sobre la vida de alguien. A veces la explicación o comprensión de una actitud, decisión o comportamiento está en la interpretación o sentido que hemos dado en el pasado a una experiencia que, para otros, podría no tener mayor incidencia. Vamos mejor por parte:
a) La necesidad de reflexionar sobre la experiencia.
Nuestra vida es un continuo de experiencias o vivencias que van configurando lo que llamamos nuestra biografía o historia de vida. Se trata de experiencias de diversa envergadura o impacto; tanto para nuestra existencia como para la de los demás; experiencias no siempre reflexionadas que, sin embargo, pueden alcanzar el rango de acontecimientos, esto es, marcar el rumbo de nuestras vidas, con su carga de posibles e imposibles. Por ello, no es más sabio quien más ha vivido sino quien constantemente va extrayendo principios de vida a partir de lo experimentado. Podemos pasar por la vida o vivirla con mayor o menor profundidad, dependiendo de cuánto vayamos aprendiendo de la misma. Así, nuestra vida es la historia de nuestras experiencias y de la reflexión sobre ellas, lo que es también una experiencia: la experiencia de reflexionar sobre la experiencia. Así, no es lo mismo la experiencia de amar –estar amando- que la reflexión sobre qué significa amar o que amemos a tal o cual persona. Tampoco es lo mismo ser agredidos o agredir que reflexionar sobre ello, buscando sus causas y consecuencias. Tengamos presente, entonces, que la reflexión sobre una experiencia será siempre sobre una experiencia pasada y que ese pasado podrá ser próximo o remoto.
        Aclaremos que no reflexionar sobre nuestras experiencias de vida no significa que éstas sean algo oscuro o inconsciente. Quien en estos momentos está leyendo estas líneas no está reflexionando sobre su experiencia de leer, pues ello le impediría leer; pero ello no implica que su leer sea inconsciente. De hecho, si le preguntamos qué está haciendo, dirá:”leyendo”. Lo habitual es, entonces, ser “conscientes no –reflexivos” respecto nuestras experiencias o acciones. La reflexión sobre nuestras experiencias nos lleva más allá que la toma de conciencia; implica el acto de volver la mirada hacia nuestro interior, hacia lo que nos está aconteciendo. La reflexión es una introspección, un volverse sobre sí mismo que puede revelarnos las causas, condicionamientos y elementos que están conformando nuestra forma de existir, en un momento de la historia de nuestras vidas; en una situación determinada. Esta reflexión podrá permitirnos descubrir, entender e incluso replantear el curso mismo de nuestras existencias; evaluar nuestros proyectos personales y la forma de llevarlos a cabo y, por último, extraer aquellos principios que nos orientarán en futuras decisiones y se constituirán como criterio de crecimiento, estancamiento o destrucción personal. Nos permite, en otras palabras, hacernos cargo de nuestra realidad.

           ¿Qué nos sucede, qué sentido tiene tal o cual decisión, qué significa tal acontecimiento o persona en nuestras vidas, qué experiencias nos hacen crecer y cuáles nos consumen, qué es lo más importante, qué debemos asumir y qué superar, cuáles han sido nuestros errores y aciertos y cuáles sus consecuencias? En fin, son muchas las reflexiones que necesitamos hacernos constantemente para no perdernos en un mundo cada vez más apremiante y conflictivo que, así como nos ofrece múltiples posibilidades, también nos pone cada vez mayores dificultades para alcanzarlas en forma honesta.

b) Situacionalidad de la experiencia
        En cada una de nuestras experiencias está involucrado todo nuestro ser personal; no puede ser de otra manera; somos indivisibles: afectivos, inventivos, morales, intelectuales, sociales (familiares, amigos, adversarios, habitantes, ciudadanos, etc.), creyentes, más o menos saludables o vitales y todo ello en un constante y continuo acontecer que va conformando nuestra historia de vida. Indivisibles, complejos por nuestra riqueza de ser, únicos e íntimos, vivimos situaciones también únicas, que dan una tonalidad a nuestra existencia según sean predominantemente afectivas, morales, intelectuales, religiosas, sociales, corporales, estéticas, etc. Durante el nacimiento de un hijo, por ejemplo, para la madre predominará la dimensión afectiva, mientras para el médico la intelectual; pero, en ambos casos, está allí cada ser involucrado por entero en esa experiencia: su historia de vida, sus valores, sus conocimientos, su afectividad, sus creencias… Entender una experiencia de vida, implica tener presente todas sus dimensiones; sin olvidar que somos únicos e indivisibles, en situaciones de vida también únicas e irrepetibles. Una reflexión sobre nuestra experiencia debe considerar que ésta se da no en el vacío sino en un espacio y un tiempo determinado, que forman parte explicativa de la misma.  La comprensión de una experiencia, dependerá de nuestro ser "íntegro - situado"

c) La reflexión sobre lo que nos acontece no es inmediata.
      No cabe duda la importancia de la reflexión sobre nuestras experiencias; sin embargo, es importante tener presente que la reflexión sobre éstas, no es inmediata ni fácil. A veces, la comprensión de algo experimentado cuando niños o jóvenes, lo entenderemos mucho más tarde; después de numerosas reflexiones e iguales aciertos y errores. Es más, recordemos que nuestra reflexión es sobre una experiencia necesariamente pasada; por lo cual "el sentido de una experiencia no llega en realidad a ser nunca decisivo o concluso. Y esto ocurre no sólo porque en el curso de la existencia alteramos la valoración de nuestros propios actos pasados; es que, de hecho, nuestras experiencias reobran sobre las anteriores, y por ello es posible que las valoremos, con el tiempo, de modo distinto." (E. Nicol en su "Psicología de las situaciones vitales”)

              ¿Cuánto tiene que pasar para entender una actitud, una decisión, una palabra o un silencio? Por ello debemos tener cuidado con nuestro sentido de culpabilidad, con el culpar o culparnos. Así, cuando hoy nos demos cuenta que fue un error la decisión de hablar o callar, hacer o no hacer esto o lo otro; también deberemos tener en cuenta que en ese entonces, tal vez, no teníamos la edad, la sabiduría de vida o conocimientos necesarios para percibir las cosas de otro modo; o, quizás, no se dieron las circunstancias que nos habrían permitido resolver esas situaciones de una manera más eficiente. Acaso hoy encontremos explicaciones o formas de actuar que habrían sido más certeras; pero es bueno tener presente que hoy somos otros. A modo de ejemplo, recordemos las situaciones presentadas en el film Mysterious Skin: Brian y Neil eran niños indefensos cuando fueron abusados por el entrenador; no podían responder de lo que por sus edades y circunstancias afectivas y familiares era para ellos imposible de entender y asumir de otra manera.

d) El pasado que no pasa…  Para nuestro tema – la pedagogía experiencial – nos interesa aclarar algo más la historicidad que nos conforma. En primer lugar, aclaremos que el pasado no es sólo lo que fuimos o hicimos; sino también lo que podíamos ser o hacer y no fuimos o hicimos y lo que sabíamos que no podíamos o no debíamos ser o hacer... ¿Recuerdan alguna experiencia al respecto y de qué forma hoy nos conforma como un posible o un imposible? Pero no es sólo lo que nos ha pasado lo que hoy nos conforma en una especie de estilo de ser, de existir y de habérselas con el mundo; sino nuestra forma de proyectar ese suceso. ¿La madurez adquirida al día de hoy, acaso no nos permitiría tener otra apreciación de los sucesos pasados y, consecuentemente, otra forma de vivir este presente y proyectar nuestro futuro?

“De nuestras experiencias pasadas, unas son más próximas y otras más remotas a nuestro presente actual (…). Lo próximo a nuestro presente puede ser algo que distingamos como remoto en una sucesión temporal homogénea. E, inversamente, lo remoto en el tiempo puede ser, para nuestro presente actual, efectivamente más cercano. Por la función misma del recuerdo, las experiencias pasadas se aproximan a nuestro presente, alejando de él a otras; y el olvido las aleja a todas, unas más y otras menos rápida y totalmente. (…) Es la relación afectiva con el presente lo que determina casi siempre la proximidad o lejanía de una experiencia pasada respecto ese mismo presente. (…) Una experiencia pasada puede sernos próxima lo mismo si ella fue grata, o si su recuerdo es grato, que si fue desagradable.” (Ibíd. Pág. 55)

      Por ello, antes decía que nuestra historia de vida no es lineal, no se lee a reglón seguido. Recuerdos y olvidos saltan espacios, uniendo tiempos lejanos, trayéndolos al presente y alejando otros, hasta hacerlos casi desaparecer…Por ello no hay medidas ni instrumentos válidos para cualificar el tiempo vivido por cada cual, cuán lejano o cuánto pasado ha vivido y cuánta experiencia ha “acumulado” . Las causas de una acción, no cabe duda, se encuentran en experiencias próximas que pueden encontrarse lejanas en el tiempo cronológico; en los inicios de la vida; en el pasado que no pasa… Sin embargo, no estamos determinados por el pasado pues somos, al mismo tiempo, lo que aún no somos.

e) La experiencia del futuro presente y como posibilidad.  Ser el mismo no es lo mismo que ser igual o idéntico. Nuevas experiencias nos presentan nuevas posibilidades y, por lo mismo, imposibilidades. Y si bien es cierto que hoy somos el resultado de las elecciones y rechazos realizados en el pasado, y que estos circunscriben nuestras posibilidades futuras; no menos cierto es que el pasado no nos limita, no nos cierra o determina nuestra mismidad abierta a los cambios, a lo distinto, a lo que antes no hemos sido o vivido. Podemos cambiar el curso de la historia de nuestras vidas, proyectarla de modo que nuevas experiencias la potencien en direcciones distintas a las hasta hoy llevadas.
   Somos el mismo que se va construyendo día a día, por lo tanto, siempre distinto; siempre novedoso. El futuro, nos es primordial porque en él está la esperanza, el sentido y finalidad de nuestros afanes, de la educación; del paso de la violencia a la paz. Por ello, el hombre que siente no tener futuro posible; es un hombre "sin vida"; "preso de la desesperación", no espera nada; se deja estar. De ahí también la actitud heroica de quien sentenciado de muerte, vive con fuerza cada momento de su vida; de ahí lo sobrecogedor de sus últimas disposiciones y de ahí la diferencia entre quien ve la muerte como un tránsito y quien la ve como el fin de la existencia.

              Si el futuro es lo que puedo llegar a ser o a hacer; si es posibilidad, es importante entonces preguntarse ¿Qué es lo que queremos hacer; quiénes queremos llegar a ser? Nicol dirá "Cuando la facultad de proyectar, agotada por las dificultades del presente, o por la oscuridad del porvenir, se rinde y exclamamos veremos lo que pasa, dejando que el futuro venga a nosotros, incluso entonces sabemos que algo va a ocurrir, que inexorablemente se va a producir una situación en la cual nos sentiremos inmersos, o de la cual seremos constituyentes. Pero no sabemos cuál va a ser ella" Es la incertidumbre agobiante; nos produce desazón, desconcierto, inseguridad. Nos gusta ser previsores incluso, manejar el factor sorpresa en lo que no es decisivo: el regalo o la fiesta sorpresa. Necesitamos la certeza de que lo fundamental de nuestras vidas seguirá un curso de continuidad que nos permite saber de antemano qué hacer, a qué atenernos. Los cambios bruscos nos provocan desconcierto; nos dejan en la crisis del cataclismo que puede ser físico, económico, afectivo, social, moral; etc.

f) Según como habitemos el espacio será nuestra experiencia.
¿Recuerdan algún rincón amado? ¿Recuerdan algún lugar al cual jamás quisieran volver, por muchas comodidades o lujos que éste les ofreciera? Habitamos el espacio; esto es, lo teñimos con nuestra historia de vida y éste, a su vez, nos hace saltar a pasados, provocándonos emociones, recuerdos, que pueden ser gratos o no. Por otra parte, podemos hablar de espacios acogedores o desacogedores; espacios que con su vestimenta, promueven la paz o la violencia. Somos personas que se inspiran en un paisaje o en habitaciones vestidas por experiencias en ellas tenidas. Por ello, el inventario de un lugar no tiene el mismo sentido o valor para dos personas.
           Nos proyectamos no sólo según nuestros tiempos, sino en un lugar; en una circunstancia. No da lo mismo cualquier lugar para construir el hogar, para celebrar o para pasear por él. En un lugar somos extranjeros; en otros, estamos en lo nuestro… No es lo mismo invadir un lugar que cultivarlo: “Es el espíritu y no el cuerpo el que arraiga la tierra del lugar”, dice Nicol.
       De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, es claro que la sabiduría de vida, no dependerá de la edad, puesto que no depende de la cantidad de experiencias, sino del cómo integremos esa experiencia, cómo captemos su sentido de ascensión, de tal modo influya positivamente en nuestros propósitos y fortalecimiento. Muchas veces, no nos damos el tiempo para volvernos sobre nosotros mismos; a veces, por comodidad o temor a no saber cómo enfrentarnos; así el ser humano se va volviendo un inconciente, se va bestializando. Reflexionar sobre nuestras experiencias vividas directamente o en la experimentación fílmica es también una experiencia; tratar de explicar esa experiencia también lo es…

• Respeto y valores
El respeto es la actitud fundamental que debemos procurar, si queremos formar(nos) en valores; pues éste es la disposición del alma a acoger, apreciar, a amar, la nobleza que todo ser personal, por ser tal, posee. Toda persona recibe la dignidad de ser, como un don consustancial a su esencia personal; el reto es existir de acuerdo con ella.

Admirados ante la realidad que presenciamos, sobrecogidos por ella; detenemos nuestro mero pasar para gozar de su existencia, para contemplarla en verdad. Sólo el hombre de respetos, posee la generosidad y gratitud necesarias para admitir y acceder a lo superior, a la simple contemplación de la realidad, sin más, esto es, en lo que realmente es: más allá de cualquier parecer o prejuicio; más allá de cualquier reducción a lo simplemente objetual o cósico; más allá de cualquier afán de dominio o conveniencia.

Giannini decía que una radio puede ser llamada buena cuando funciona bien - efectivamente es así, vista como objeto, como cosa; pero si creo una relación "ambital" con ella, esto es, si la hago formar parte de la historia de mi vida, si la convierto en la compañera de viajes o en el regalo de alguien amado… Podemos elevar los objetos a realidades que tienen un sentido superior a su función, un sentido personal; pero también podemos degradar a la persona al tratarla como cosa. A ello se refería el Principito y Alfonso López Quintás en su artículo sobre la necesidad de una "Pedagogía de la admiración" : "En el clima actual de desconcierto resulta muy penosa la falta de guías auténticos. La sociedad no suele favorecer la formación de tales líderes pues tiende a cultivar el reduccionismo –la reducción injusta del valor de la vida humana-, la manipulación –el trato de las personas como si fueran meros objetos-, el intrusismo –la osadía de hablar en público de temas trascendentes sin la debida preparación- y el hedonismo –el afán desmedido de acumular sensaciones placenteras-.
Frente a este empobrecimiento de la vida humana, necesitamos poner en juego una Pedagogía de la admiración o del asombro, no de la coacción; del descubrimiento, no del mero aprendizaje; de la persuasión, no de la transmisión fría. El que aprende lo que es la vida descubriéndola paso a paso, de forma bien articulada, no sólo acaba sabiendo qué ha de hacer para desarrollarse plenamente como persona sino que está bien dispuesto para transmitir ese conocimiento a otras personas de forma persuasiva y convincente. A veces se dice que no se educa a los jóvenes para ejercer la función de padres. La Pedagogía del asombro sería un buen camino para ello."



Domesticar, crear lazos, recuperar los rituales... redescubrir su sentido para recrearlos en nuestras vidas. Un racionalismo y una visión pragmatista (utilitarista) los ha vaciado de todo sentido o reducido a lo funcional, a formulismos. Por ello la vida se vuelve rutinaria, triste; por ello se busca el alcohol, las drogas, la velocidad, la violencia, el ruido... se compran emociones; pero sólo se cae en el vértigo.

¿Cuánto espacio se da en los años escolares a la afectividad, a las grandes emociones que brotan del encuentro con lo magnánimo? ¿Nos preparamos para una pedagogía cuya finalidad es la instrucción o ésta es un medio para cultivar el espíritu?

• Hacia una Pedagogía Cultural

Culto es quien se cultiva; quien es capaz de recrear lo creado y descubrir las posibilidades que ofrecen las realidades a la sensibilidad y al entendimiento creativo. Descubrir que ese árbol me ofrece la posibilidad de ser sombra, inspiración para una oda, cobijo para los pájaros que me ofrecerán su trinar, oxigenación de la atmósfera, madera para una escultura, Ser culto es considerar no al tapador de caries, sino a la persona que me sana, me quita el dolor que agota, me ofrece la posibilidad de descansar mejor, me ofrece la posibilidad de derivar mis energías a un quehacer superior que aguantar el dolor…

Una pedagogía cultural también instruye, enseña estrategias de aprendizaje, desarrollo de fórmulas y de competencias; pero no pone en estos su finalidad; sino en el perfeccionamiento de la persona como tal Es la diferencia entre el abogado que se destaca por su pericia, sus estrategias para convencer al juez y por su conocimiento de la legalidad pero no es justo y quien sí lo es.

"En rigor, la verdadera cultura implica la fundación de modos elevados de unidad. Estos modos constituyen otras tantas formas de encuentro. El encuentro acontece cuando se entreveran diversos "ámbitos de realidad". Para encontrarnos, debemos superar la inveterada tendencia a considerar todas las realidades como objetos, de un rango u otro, pero objetos, es decir, entidades manejables, dominables, reducibles a medios para nuestros fines.
Esta forma de reduccionismo inspira los diferentes modos de vértigo, que anulan la capacidad creadora de modos relevantes de unidad. La cultura surge cuando nos encaminamos por la vía opuesta, la vía del respeto y la colaboración, que conduce a las experiencias extáticas. Ser culto no depende sólo del cultivo de la inteligencia y del acopio erudito de datos. Implica toda la personalidad, con lo que encierra de voluntad creadora, disponibilidad, inclinación a asumir la apelación de los valores y responder a ella positivamente". Alfonso López Quintás. "La cultura y el sentido de la vida”. Rialp España 2003 P. 17

• Gratitud y valores

Gratitud es otro de los valores que debemos formar: Gratus, agradar, agrado, gratitud, gratuito, congratular, gratificar, agradecer... Recibir un don, un regalo, nos agrada y lo agradecemos ¿o no? Se agradece no propiamente lo regalado sino el acto de regalar, la benevolencia puesta en él; su gratuidad. Por ello cada regalo es único; porque el acto de regalar es único. Es cierto que muchos degradan el acto de regalar, convirtiéndolo en una verdadera transacción comercial, en un negocio. Sólo quien es capaz de ir más allá de lo objetual es capaz de descubrir los valores más altos, inscritos en las acciones más simples, en las realidades más aparentemente pequeñas. Sólo el hombre que respeta puede descubrir el valor de la existencia y agradecer se le haya sido donada y puesto en el centro del infinito Universo.

¿Cuántos dones hemos recibido?

Agradezco tu existencia dice el amado. Agradezco mi existencia, la del Universo y las potencialidades para constituirse en descubridor y co-creador. Es más, conscientes de no haber sido los creadores de la propia existencia, ni del Universo, surge una gran gratitud. Únicos, irrepetibles, irreemplazables en medio de tanta inmensidad y misterio, con la capacidad de ser conscientes de todo ello y de direccionar las potencialidades que se nos ofrecen, dando un perfil a este Universo. Beethoven, Neruda cada uno trascendiendo a través de sus obras que nos privilegian. No cabe duda; las alternativas son ser agradecidos o desagradecidos.

Al igual que en el respeto, el agradecimiento requiere de nuestra detención para contemplar y admirar todo lo que se nos oferta gratuitamente: ser conscientes de ser, poder apreciar la belleza de un amanecer, de una melodía, de una persona, de un cuento y, si eres creyente, de Dios, o como le llames. Agradecemos a quien nos regala.

Por último, tengamos presente que es igual de importante saber recibir un regalo, ser agradecido; como saber regalar. Se da con el alma; quien da con indiferencia, no da; a lo más, cumple con un formulismo por apariencia o para evitar un mal rato; no sentirse incómodo. Igualmente, quien da para dominar o mostrar superioridad, tampoco regala sino agrede. Regalar requiere amar, generosidad, respeto. Se regala un sentido no un objeto en cuanto funcional.

• Generosidad y solidaridad

Sólo el hombre que respeta puede mantener la distancia necesaria para dejar ser sin reducir, sin dominar; sino, por el contrario, solidarizar.

Solidarizar, solidus, sólido, no variable, consolidar, soldar… Cuando las personas tienen valores asentados en su alma, cuando tienen convicciones, son sólidos en los cuales se puede confiar. Los líquidos, en cambio, no mantienen una forma propia sino que adoptan la del recipiente. Pues bien, se es solidario cuando se va al encuentro de quien también va tras los mismos valores, aún cuando por caminos distintos y con distinto estilo. Se es solidario porque entonces, ya no se va solo sino en unión con otros, complementándose, formando equipos. Un coro es un equipo conformado por distintas voces que armonizan porque se ponen al servicio de un sólido que es la recreación de una obra. El mismo ideal los une en generosidad.

Generosidad, genus, gen, generar. Se es solidario en la construcción en la generación de un bien, de un valor, El solidario coopera con otro en la generación de la obra. El cómplice no es generoso; sino, contrariamente, se junta con otros en orden a degenerar, destruir, desvalorar. Así, se destruyen valores, personas, naturaleza…

El hombre respetuoso, agradecido, valora y solidariza generosamente en la construcción de un mundo mejor. Es una persona que vive desde el amor que vence al egoísmo; va tras una cultura de la solidaridad y no de la competencia que impulsa la envidia, la avaricia, la inequidad…

• Hacia una pedagogía dialógica
Somos únicos e íntimos; sólo cada uno siente su dolor, sus alegrías o piensa sus pensamientos…Por mucho que te amen nadie puede doler tu dolor de muelas por ti. Por eso nos comunicamos y tratamos de darnos a conocer a otro yo con quien me encuentro como con un tú, con alguien de la misma nobleza de ser. Para llevar a cabo el encuentro, creamos un ritual de gestos, símbolos, palabras, silencios…entramos en diálogo. Para que este encuentro se lleve a cabo, sea auténtico, los dialogantes deben confiar en la veracidad de sus revelaciones, de sus confidencias. En cuanto hablas al otro, trasciendes, sales de tu soledad y le propones que haga lo mismo… ¿Se llevará a cabo el diálogo? ¿Se dará el mutuo respeto; se oirán y revelarán en verdad, con amor? El diálogo requiere de veracidad, de generosidad, de respeto, de creatividad, de amor pues sin ellos la palabra pierde todo sentido: no comunica nada ni a nadie; sólo es fórmula vacía o engaño.

Forman parte del diálogo, los silencios plenos de sentido porque forman parte de la melodía: te escucho, te acojo, pienso, me sobrecoge lo revelado, me expreso. El hombre de respeto afina su espíritu para dar lugar al poema que trasciende las palabras, a las palabras que son promesa, al amor que no limita en las caricias, al dolor que trasciende el llanto, al acontecimiento que trasciende el hecho, al sentido que trasciende el significado, a la imagen que trasciende la figura, a la obra que trasciende el producto, a la realización que trasciende todo logro…

Hacia una educación de la sensibilidad y de lo estético.
Nuestro sistema nervioso y órganos, nuestra capacidad racional y emocional, nos disponen, en la medida que están sanos, a tener una serie de sensaciones y análisis que nos pueden provocar experiencias de gusto, agrado, placer o sus contrarios: disgusto, displacer o dolor, desagrado. A diferencia de ello, la sensibilidad implica una toma de conciencia y el descubrimiento, redescubrimiento o creación del sentido que vincula sensaciones, pensamientos, emociones, a valores que los trascienden. Veo el movimiento de los astros y planetas, estudio entiendo una serie de relaciones y fórmulas astrofísicas explicativas de las órbitas; me alegro y emociono ante el éxito del lanzamiento de un nuevo observatorio espacial; pero aún no tomo conciencia de todo lo que ese conocimiento me está diciendo…

En al Sociedad de los poetas muertos nos encontramos con situaciones fílmicas de gran poder expresivo, de gran sentido, como cuando una “eminencia de las más altas jerarquías universitarias”, el Dr. J. Evans Pritchard, Ph. D. reduce el poema a un objeto cuantificable, y su belleza a una fórmula.



La sensibilidad como conciencia del valor de una realidad o situación, de un ámbito, nos muestra la materia pero para desocultar lo que está a resguardo, en su esencia explayándose en un sentido trascendente. A través de los sentidos se nos ofrece sólo una somera información; una especie de llamado de atención que hay que integrar en un examen de conciencia…Por eso uno de los peligros es que al entregar el conocimiento disperso, la realidad fraccionada, el educando se quede en la parte o aspecto y no capte el sentido cuyo valor se aprehende en el todo; y no sólo de una realidad sino de la situación real en que esa realidad actúa respecto de otras y del todo situacional.


Recuerdo aún esas clases de biología, donde se supone, aprenderíamos a entender, valorar y respetar la importancia de la vida, nuestras vidas y las de los demás. ¿Podemos llamar biología al repetir una y otra vez las funciones y partes del “aparato circulatorio” “ojo” o “aparato reproductor”.? ¿Aprenderíamos a respetar la vida de la naturaleza, analizando cadáveres de insectos o peces?… ¿Se valoraría de esta forma la nobleza y belleza de la vida?

Tuve un profesor en mis tiempos de estudiante, a quien aprendí a valorar no a través de sus clases sino de un libro “Memorias de la otra existencia”. Al terminar su estudios, recordaba con gratitud a quien calificara de cómo
“cierto exótico profesor de la escuela en que había aprendido, el profesor de anatomía comparada, Hans Möllendorf. (…) maestro eminente, único en quien había observado a cada paso una especie de estremecimiento estético en la manipulación de las materias de su especialidad. Entonces sucedía algo inesperado y sublime. El profesor perdía la rígida compostura de sus gestos y movimientos y su inexpresiva mímica de expositor objetivo. Olvidado del rigor de su clase se transformaba en el estupefacto contemplador de algo inaudito. Entonces absorto en el espectáculo de una probeta o de una lámina en el fondo de un microscopio, el profesor emitía opiniones carentes de todo valor científico y absolutamente inverificables. Decía por ejemplo “Aquí tenemos una suspensión de diatomeas que ejecutan un maravilloso ballet acuático” (…), otras decía, “Si vivir es crecer, entonces vivir es interpretar una partitura. Y el alma, cada alma, es el intérprete de esa partitura”. “Ah, si tuviésemos, agregaba, oídos más delicados oiríamos el crecimiento desde la mórula hasta el embrión como un crescendo en que van entrando sucesivamente los vientos, las cuerdas y los cobres, y sentiríamos a la vez que el alma goza indeciblemente al componer su propio cuerpo”. Le daba, pues, gracias a ese hombre poco común y a la vez me preguntaba que le sucedía al alma una vez cumplida su jubilosa tarea, despertada ya al mundo y entregada a su propia decisión. ¿Podría ella hacer de sus energías aún no gastadas el despliegue simple e impecable de una música concertante” (Rafael Gandolfo B. Ed. Universitaria, 1985, p. 86-87)

Amor, contemplación, sensibilidad para aprehender lo esencial y su belleza tras lo que aparece como primera información a los sentidos y a la razón…Entonces se toma conciencia, porque nos sobrecoge, la armonía, el resplandor del ser, es decir, su auténtica belleza; la belleza de ser.

Estamos ante lo que podríamos llamar Pedagogía y Educación Estéticas: Pedagogía que educa a partir del encuentro con la realidad a través de su belleza; pedagogía que nos coloca en situaciones que nos instan a afinar el espíritu , el entendimiento, para discernir entre lo esencial y lo efímero, lo profundo y lo superficial, la presencia y la apariencia, la morada y el espacio, el ocio y el negocio, la realidad ambital o transobjetiva y los objetos o cosas, el acontecimiento y el dato, lo atesorable y lo desechable, lo superior y lo inferior, la belleza y lo bonito;..

"Hay formas distintas de belleza. Entre ellas destaca lo sublime, lo que nos asombra por su grandeza y valor, y nos invita a elevarnos a su altura. Esta elevación sólo podemos llevarla a cabo si somos sensibles y receptivos. (...) Cuando se piensa en lo pobres, se lamenta automáticamente su carencia de alimento, vestido y hogar. Pero se alude menos a la sordidez del ambiente y a la fealdad del entorno. Parece olvidarse que la belleza va de la par con la verdad y la bondad. Son tres lo ejes de la vida humana normal" (Alfonso López Quintás en "El Libro de los valores" que escribiera junto a Gustavo Villapalos. Planeta 1998. España, p. 351 y 353)

Anthony de Mello en su relato "Un minuto para el absurdo" nos cuenta:
"El maestro le dijo a un asistente social:
- Me temo que estás haciendo más mal que bien.
- ¿Por qué?
- Porque únicamente subrayas uno de los imperativos de la justicia.
- ¿A saber...?
- Que los pobres tienen derecho al pan.
- ¿Y cuál es el otro?
- Que los pobres tienen derecho a la belleza.
(Sal Terrae, Santander 1993, p.134)

¡Qué riqueza de ser la de hombre y cuán compleja! En el mundo natural, cada realidad está predeterminada a cumplir con su ser - el puma a ser puma, la montaña a ser montaña. En la existencia de estas realidades no hay engaño; en sus respuestas no hay error. Sus existencias son auténticas, simplemente son y, en ellas, el bien es natura y la belleza también están predeterminados. Por lo mismo, bien, verdad, belleza, en las realidades naturales, no implican mérito porque están inscritos en su constitución; pronto a desarrollarse espontáneamente en consonancia con sus esencias. Pues bien, mientras la naturaleza despliega sus fuerzas de ser sin más; el ser humano, consciente de ser y del ser, responde ante sí y ante lo y los demás, acogiendo o rechazando, descubriendo u ocultando o desfigurando, colaborando o abortando… Sólo la educación de la sensibilidad, nos permitirá apreciar la grandeza en lo pequeño, al mismo tiempo que nos despejará la visión cuando los ostentos del camino insistan en separarnos del ideal.

Tengamos claridad que Pedagogía o Educación Estética no es lo mismo que Pedagogía en Arte o Educación Artística. Mientras la primera forma al hombre contemplador de toda belleza; naturales y artísticas, la pedagogía del arte y educación artística forma al profesional creador de obras de arte. Así la educación estética es parte de la formación de la persona como tal, de toda persona y todo acto personal. Es la formación del hombre como contemplador. Enseñar a vivir la vida y cada uno de sus actos en forma bella, para ser mejores personas, es nuestro reto. Es la belleza del ser la que tiene manifestaciones o proyecciones sensibles para las cuales hay que educar la sensibilidad. La educación de la sensibilidad o estética – de la belleza- impulsa la ascensión del hombre desde lo visible a lo invisible.
  • Ante la falta de una Pedagogía Estética o educación de la sensibilidad…
Insensible o resentido; iluso o desilusionado; muchas veces el ser humano se pierde en un mundo infrahumano. El miedo al fracaso o al dolor, experiencias pasadas no superadas, pueden llevarnos a desconfiar no sólo en los demás, sino en nuestras propias fuerzas. Así, aquello que algún día fue un sueño, aspiración, valor, aparece como inalcanzable: el ideal es reducido a "utopía". El antes optimismo, aparece transformado en resentimiento derrotista que puede adoptar distintos caminos pero un solo y nefasto resultado: alejamiento de los valores, empobrecimiento espiritual, indigencia existencial. En esta situación de absoluto desvalimiento, es fácil confundirse y creer que la solución está en cambiar deber por poder, sin percatarnos de estar cambiando la posibilidad de ser feliz por euforia, exaltación, velocidad o huida, fusión o adicción...
¿Cómo retomar el camino del respeto a sí mismo y a lo y los demás; cómo redescubrir el valor de la existencia?

Imprescindible reflexionar sobre artículo de A. López Quintás: "La pedagogía de la admiración y su fecundidad educativa"
http://www.riial.org/espacios/dpersona_doc3pa.pdf

Educar la sensibilidad, retomar la visión estética de la vida, aprender a contemplar sin afán de poseer, aprender a mirar en forma creativa para descubrir lo que está tras aquello que puede ser espontáneo pero no auténtico. La palabra grosera, la impertinencia, la indiscreción, la insolencia, la presunción, la violencia, la frivolidad…pueden surgir en forma espontánea, por habituación, acostumbramiento, moda, mecanismo de defensa o como quiera llamársele; pero no pueden reflejar el verdadero ser de la persona, porque son contrarios a su esencia.

Cuando han sido tantas las heridas, los temores acumulados, los intentos fracasados, el ser desfalleciente busca un apoyo, una mirada o palabra que diga: ¡Vamos, arriba; esfuérzate, puedes: todo lo grandioso empieza siendo pequeño! El más grande de los genios, héroes o santo, tuvo que empezar aprendiendo las letras, lloró porque tuvo miedo o dolor y se equivocó muchas veces… Muchas veces será quien nos ama quien nos descubra antes que nosotros mismos: descubrirá nuestra belleza, potencialidad, fuerza de ser. Precisamente, es Quijote quien descubre a Dulcinea; oculta tras una maltratada Aldonsa que no había sabido valorarse; herida por los constantes malos tratos, reducida a un ser meramente funcional. El amor de Quijote traspasa los harapos y su actuar del momento para ver a la auténtica Dulcinea; contempla su real belleza, su nobleza y entra en diálogo...sólo la ama, la respeta.

¿Habría tantos abusos - de toda índole- si fuéramos capaces de formar (educar) en respeto, el respeto?



Solamente el respetuoso puede acceder y realizarse en el mundo sublime de los valores; sólo quien es capaz de descubrir la nobleza en medio de la oscuridad, es capaz de plasmar un ideal. Un ideal no es una mera idea, es una idea motriz, un valor asumido como convicción; una dirección y asidero.



"Toda, toda mi vida cambió. Me hablaste y todo fue diferente (...) y me miraste y me llamaste por otro nombre...Dulcinea, Dulcinea... me llamaste de ese modo....Dulcinea y sonó dentro de mí la voz de un ángel...(...) Me hablasteis de un sueño y de un ideal; de cómo había que luchar, no importa ganar o perder con tal de ser fiel a un ideal..."
No hay mayor falta de respeto que faltarlo a la inocencia ...
Educar la sensibilidad y formar en valores es nuestra responsabilidad y deber; somos más que pasa materias o desarrolladores de competencias; somos formadores de hombres y mujeres de bien...

Sólo quien respeta, se respeta, agradece y es sensible a la nobleza. Sólo quien respeta es capaz de vivenciar lo que es la consideración, la reverencia, el silencio a diferencia del vacío, lo sublime, lo superior... lo valioso de ser, de existir, el valor de no traicionar los principios, de buscar lo mejor, de distinguir entre la caída y el ascenso para aferrarse al valor de ser por sobre los miedos al dolor o al fracaso y así levantarse para cumplir con el deber, con una promesa, una lealtad, un sentido, un amor... Por eso, para todos aquellos que saben lo difícil que es vivir por un ideal; la soledad y el sacrificio que ello implica, la incomprensión de muchos y tanto más...Ama, credi e vai



Sólo el respetuoso valora la existencia como un don; contrariamente al presuntuoso que se apodera de todo. El insolente, sobreestimándose, no acepta límites porque sólo él los pone de acuerdo con sus estimativas: es dueño de la naturaleza, de los demás, de la vida y de la muerte... Actitud comprensible (no justificable) en los adolescentes, denominada por Hildebrand "histeria de la independencia y del aparentar más de lo que son. El joven demanda independencia y, ante todo, desea imponerse al otro con su superioridad e independencia. No quisiera tener que confesar que algo le puede conmover, producir una consideración extrema o sorprender. Se preocupa convulsivamente de jugar el papel del hombre independiente, del que todo lo adivina. de quien está por encima de todo, haciendo ostentación de una seguridad impertubable. Pero cuanto mayor es su pretensión de exhibir esa seguridad, más inseguro resulta ser en realidad..."

Es esta actitud mezcla de orgullo, inseguridad e inmadurez, la que le lleva a fanfarronear, presumir , ser irreverente; pues confundido ve en toda consideración, gratitud, un menoscabo. Actitud comprensible en quien lleno de vitalidad está aventurando en la vida y debe aprender que valiente no es quien no tiene miedo ante nada, sino quien a pesar de ello y dominando el miedo, hace lo que se debe hacer porque hay un bien, un valor mayor que resguardar o procurar. Quien no tiene miedo o es un inconciente que no ve los riesgos o es alguien que no valora los bienes superiores -como la vida- que se pueden dañar irremediablemente o perder.

El hombre en su madurez, aprende que la vida es compleja, que se puede errar, que la misericordia (condolerse de la miseria) y el perdón son parte de la vida; aprende que la sabiduría está en reconocer los límites y los dones; pues en la colaboración, en la complementariedad está la verdadera cultura: nutrir, preparar la tierra de acuerdo con la siembra... Qué bueno que no todos tenemos el don del canto; pues quien lo posee tiene la responsabilidad de cultivarlo y hacer de él una profesión, un trabajo, un servicio para quienes no lo tenemos y, gracias a ello, sólo podemos darnos el regalo de apreciar y gozar su presencia...

Respetar los dones, la diversidad, la belleza de cada persona – única e íntima- ¿lo hace el sistema educativo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario